N.81 – Proliferación de basura electrónica

La proliferación incontrolada de todo tipo de aparatos y dispositivos digitales se está constituyendo en un serio problema para el planeta, que sólo puede abordarse con estrategias educativas dirigidas a transformar hábitos de adquisición y consumo. El impacto que produce la “basura tecnológica” (“e-waste”) se potencia por: (a) el volumen de residuos que se generan a nivel mundial, (b) la insuficiente gestión de su reciclado, (c) la sucesiva reducción de la vida útil de estos aparatos (“obsolescencia planificada”), y (d) la creciente dificultad y costo de reparación y mantenimiento.

Entre las sustancias que contienen estos desechos se destacan cadmio, plomo, óxido de plomo, antimonio, níquel y mercurio; elementos tóxicos que contaminan ríos, lagos y mares, y emiten gases -hacia la atmosfera- que provocan graves desequilibrios en los ecosistemas. Según entidades como Recyclia, dedicada a la gestión de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), hasta el 90% de los materiales contenidos (por ejemplo, en los móviles) son reutilizables en la fabricación de nuevos productos tras ser sometidos a distintos procesos. Sin embargo solo una pequeña parte de la chatarra electrónica –en torno al 16%– se recicla con métodos eficaces y seguros desde el punto de vista ambiental.

Pero cada vez más países trabajan en materia legal para impulsar el correcto reciclaje de los RAEE, como es el caso de Francia, que ya aprobó una ley contra el despilfarro y para la economía circular que prohíbe cualquier técnica que imposibilite la reparación o reacondicionamiento de los dispositivos y obliga al fabricante a facilitar información veraz sobre la disponibilidad de piezas de recambio y si éstas se pueden reproducir por impresión 3D. En España, el gobierno anunció la implantación de un Índice de Reparabilidad, de manera que cada artículo eléctrico y electrónico fabricado contará con una etiqueta que indique su nivel de dificultad para desmontarlo y repararlo, así como la disponibilidad de piezas de repuesto. Asimismo, durante los Juegos Olímpicos de Tokio y por primera vez en la historia de las Olimpiadas, las 5.000 medallas que se entregaron (de oro, plata y bronce) fueron fabricadas a partir de residuos electrónicos. Estos son solo algunas muestras de lo que parece el principio del cambio.

Otra muestra está dada por el fomento del consumo responsable, que permite prolongar la vida útil de los aparatos eléctricos y electrónicos, acotando así la proliferación descontrolada de sus residuos, Back Market (2), una compañía francesa calificada como la segunda empresa más innovadora de Europa, busca posicionar a la electrónica reacondicionada como “una alternativa viable y sin riesgos frente al consumo de productos nuevos, cambiando así la mentalidad del consumidor tradicional”.

El alquiler de tecnología es otro paso adelante para evitar la generación de residuos electrónicos, ya que permite acceder a la tecnología de manera flexible, sin necesidad de comprar, y promueve el desarrollo de mejores hábitos de consumo. Por ejemplo, la empresa Grover (3), creada en 2015, tiene el objetivo de fomentar una economía circular en la que los recursos se renueven y reutilicen, y su modelo de alquiler permite disfrutar de las últimas innovaciones pagando por ellas únicamente durante el periodo de tiempo que las necesite cada persona. El servicio de Grover permite a sus usuarios conservar, cambiar, comprar o devolver los productos en función de sus necesidades individuales y está disponible en España, Alemania, Austria, Países Bajos y EE.UU. Este modelo de negocio permite extraer el máximo valor de cada producto y reducir así la basura tecnológica.